“Fue entre 1915 y 1923, dejando 1.500.000 víctimas. Los planes de aniquilamiento masivo de diferentes pueblos, etnias, grupos de hombres, mujeres, niños sería un modo de proceder que se repetiría a lo largo de la centuria. Los genocidas y los Estados cómplices siempre amparan en la impunidad y la negación de estos crímenes para evadir su responsabilidad”.
“Sin embargo, la lucha de miles de personas, organizaciones, pueblos, naciones, la fuerza de la memoria y su transmisión a través de las generaciones procuran que la luz de la justicia iluminen estos rincones oscuros de la Historia de la Humanidad”.
Extracto del libro “EL GENOCIDIO SILENCIADO” HOLOCAUSTO DEL PUEBLO ARMENIO. Ediciones Continente, Súlim Granovsky.
En medio de la Primera Guerra Mundial, el imperio otomano, que luego dio lugar a la moderna Turquía, masacró a un millón y medio de armenios. La mayor parte de los historiadores lo definen como el primer genocidio del siglo XX.
El pueblo armenio viene reclamando desde entonces que se reconozcan aquellos hechos como delito de lesa humanidad.
Armenia es una pequeña y milenaria nación asiática. Está situada en el extremo sur de las montañas del Cáucaso, hacia el oriente de la meseta de Anatolia, territorio turco. No tiene salida al mar, y durante siglos por allí pasaba la “ruta de la seda”, que permitía el intercambio comercial entre Oriente y Occidente. Fue el primer país que se proclamó oficialmente de la religión cristiana en el año 301. Antes de la Primera Guerra Mundial vivían en Armenia Occidental (que durante siglos eran tierras bajo el dominio otomano) unos dos millones de personas. Persia (actualmente Irán) dominaba la región oriental hasta que fue anexada por Rusia.
A pesar de las diferencias étnicas y religiosas (los armenios cristianos y musulmanes los turcos) y de ser un pueblo conquistado que vivía subyugado social, económica y culturalmente, durante 600 años no hubo enfrentamientos armados entre ambos.
La decadencia del imperio otomano y la guerra interimperialista
A comienzos del siglo XX, el antiguo imperio otomano estaba en plena decadencia. En 1908 se instaló en el poder el partido conocido como los “Jóvenes Turcos” Miles de musulmanes desplazados de territorios perdidos fueron radicados en Anatolia, comenzando a forzar la migración de los cristianos, en primer lugar los griegos en 1914.
Ante el conflicto interimperialista que dio lugar a la Primera Guerra Mundial, el gobierno turco se fue acercando cada vez más estrechamente a Alemania. Esto introdujo un nuevo elemento de crisis con los armenios. Aunque Armenia oficialmente tenía una posición de neutralidad, los partidos políticos y los jóvenes reclutados para integrarse al ejército otomano se negaban a combatir contra Rusia (que ocupaba Armenia oriental), e incluso se formaron batallones de voluntarios de armenios caucásicos.
La “relocalización”
El gobierno turco, en este contexto, puso en marcha un plan de “relocalización” de los armenios, que se transformó en el primer genocidio del siglo XX.
El 24 de abril de 1915 fueron detenidos en Estambul cientos de intelectuales, empresarios y religiosos armenios. A partir de ese momento, en las aldeas armenias cercanas a la frontera con Rusia, comenzaron a actuar brigadas criminales organizadas por los servicios secretos y las oficinas especiales del imperio para la guerra. Muchos de sus integrantes eran delincuentes sacados de las prisiones.
Los armenios fueron obligados a abandonar sus propiedades y a dirigirse en improvisadas caravanas hacia una “zona de asentamiento” en Deir ez-Zor, en el desierto sirio. Muchos de ellos fueron directamente asesinados en fusilamientos masivos y otros cayeron por el hambre, la sed y el esfuerzo del viaje, además de sufrir robos y violaciones.
Las víctimas principales eran los hombres jóvenes y capaces de combatir, ya que el gobierno turco no quería que llegaran vivos a la Mesopotamia y pudieran ser reclutados por el ejército inglés instalado en la región.
Dejando de lado los residentes en Estambul y Esmirna, solo el 5% de los armenios pudieron sobrevivir, al precio de aceptar la religión musulmana en una forzada “asimilación”. Aquellos armenios que mantuvieron sus costumbres y religión nunca pudieron alcanzar más del 5-10% de la población de Turquía. El cálculo más aceptado sobre el número de víctimas dice que fueron asesinados aproximadamente 1 millón y medio de armenios.
Desde entonces, los armenios han denunciado que fue un genocidio, un exterminio planificado y masivo, similar a la posterior “solución final” del nazismo contra los judíos.
Los sucesivos gobiernos turcos, aunque aceptan que hubo masacres, rechazan esta definición. Sostienen que no existió un plan de exterminio sino una “guerra entre pueblos”, una respuesta del ejército turco ante un levantamiento de los armenios.
Es el mismo tipo de argumento, por ejemplo, que utilizaron en Argentina los genocidas de la dictadura de 1976, que pretendieron excusar sus crímenes, los miles de desaparecidos y el robo de bebés, diciendo que las fuerzas armadas tuvieron que actuar en una “guerra”, en las cuales siempre habría víctimas y situaciones extremas.
Es falso que la “relocalización” fuera una medida temporaria y de seguridad. De inmediato se comenzó a instalar en sus lugares en Anatolia a los inmigrantes musulmanes de los territorios perdidos por el imperio otomano desde el siglo XVIII. Y con regulaciones y leyes las propiedades de los armenios fueron transferidas bajo una supuesta “legalidad” a empresarios turcos y musulmanes para impulsar la “economía nacional” con nuevas corporaciones en manos de éstos. Gran cantidad de bienes fueron adquiridos con facilidades por empleados públicos y funcionarios del partido oficial CUP. El genocidio tuvo que ver con una gran transformación económica y política.
Un siglo después, los crímenes de lesa humanidad no prescriben por el paso del tiempo.
El pueblo armenio nunca bajó los brazos en la lucha por su legítimo reclamo democrático.
Esto es parte de nuestra propia Historia.
Debemos sostener nuestro compromiso como educadores, un compromiso ´profundo con la escuela pública, las Infancias y Adolescencias enseñando el “Nunca Más” de estos crímenes atroces imperialista, denunciando los Genocidio y exigiendo Verdad y Justicia.
Nota de opinión: Daniela Vergara, secretaria de Prensa.