En 1997, un grupo de padres de niños con cáncer en Estados Unidos pensó en la necesidad de tener un símbolo universal para concientizar y movilizar más la atención con el fin de minimizar las muertes y discapacidades debidas al cáncer infantil.
Consideraron varios colores y eligieron el dorado como una descripción y símbolo perfecto del cáncer infantil y el valor de los niños.
Eligieron el color del oro ya que es un metal muy preciado; y como el oro, los niños son invaluables. Además, el oro soporta el proceso en el que, mediante fuego, pasa a ser más fuerte y más resistente. Los niños y adolescentes con cáncer experimentan un proceso similar, desarrollan resistencia al hacer frente a todos los retos difíciles y dolorosos del cáncer.
El pronóstico y la evolución de los niños con cáncer dependen tanto de un diagnóstico temprano, como de la disponibilidad y acceso a tratamientos y cuidados apropiados.