En ese momento se entregaba una vianda de comida nutritiva y calentita a cada alumnx de la escuela. La vianda, y muchas veces, las actividades fotocopiadas, ya que muchxs niñxs carecen de wifi, datos y soportes tecnológicos para hacerlas virtualmente. También reciben una mirada cargada de ternura de alguna Dire o Seño que anda por ahí y un “cuídate, quédate adentro” de alguna de las asistentes escolares.
La primer semana de mayo algo cambia abruptamente. Se notifica a la escuela que van a comenzar a recibir bolsones quincenales, aduciendo que eso restringiría la circulación de lxs vecinxs.
Inmediatamente comienzan a escucharse las voces de las mamás contra esta medida. “muchas de nosotras no estamos cobrando otra cosa, y la vianda nos aseguraba la comida calentita de los chicos de lunes a viernes. Así que con otras mamás hicimos una nota que gustó mucho. Se la mandamos a todo el mundo. Al principio del aislamiento las familias teníamos bastantes cosas, pero después todo empezó a bajar. No hay changas, no hay plata, no hay comida. Tenemos que salir a buscar la vianda, la comida de nuestrxs pibes.”
Una compañera nos cuenta que ellas tuvieron reuniones con el Ministerio de Educación donde transmiten las inquietudes de las familias y las hacen propias. “Lo ideal sería dar las viandas diarias con todos los valores nutricionales contemplados, y el bolsón quincenal como un suplemento extra”
“Dar la comida también nos permite fortalecer los vínculos con la comunidad, nos preguntan cosas, nos comentan dudas y miedos” “En el barrio no hay clubes, ni parroquias ni vecinales… la escuela cumple un rol muy importante aquí y siempre lo ha hecho” ”Si cerramos la escuela, qué hacemos? Se cierra más el barrio, que ya está bastante cerrado” “Y los chicos van a tener menos acceso a las actividades que permitan la continuidad pedagógica”.
Voces desde la cocina expresan: “Aquí quedó evidenciada la falta de presencia del Estado, el Centro Crecer prácticamente cerrado, el Centro de Salud atendiendo en la calle porque no dispone de los espacios. Lo que queda de pie presencialmente son las Escuelas”. “Las trabajadoras que pertenecemos al equipo de cocina de esta escuela pedía seguir cocinando, el equipo directivo siempre nos escuchó, al igual que la escuela secundaria”
Y así, llegamos a la escuela el miércoles. Y nuevamente un rico olorcito nos invitaba a entrar. Allí pudimos conversar con algunas Seños, con la dire, el Vice, una asistente escolar y algunas mamás. Los relatos que recogimos expresan el orgullo por lo que están haciendo. Habían tenido un logro parcial: se cocinaría 3 veces por semana. Una semana después nos informan que están cocinando todos los días. Ellxs ya saben por dónde va la cosa. Saben por experiencias de la historia de la escuela cómo organizarse. Hay una memoria de organización que aparece cuando se recrudecen las necesidades, cuando el hambre no espera y cuando hay manos dispuestas a trabajar por el bien común.
La Santa Lucía da una de sus clases memorables, como las que dieron en otros momentos de su historia. Lo lleva en su ADN. La Lucha, La organización, saber que nadie se salva sólo y que de esta situación tan crítica saldremos fortalecidos si unimos nuestras voces y hacemos realidad lo necesario.