Nunca escribimos sobre una hoja en blanco. Imágenes, ecos de otras experiencias, memoria, gestos, palabras u otras lecturas pueden ser el tamiz a través del cual aparece la letra en su materialidad. Letras que se desprenden como hilachas y a la vez desgarran el tejido en que nos envuelve el sentido común. Ese que nos hace ver como normal el horror, la miseria, el aburrimiento, la mentira, la hipocresía...
Si nos lanzamos a intercalar nuestros escritos junto a los autores reconocidos es porque nos sentimos, como maestros, autorizados por nuestras propias razones, que son muy otras que las razones de Estado. El sentido es mostrar, hacer visibles otras posibilidades de escritura que no son las de la evaluación y las de la planificación. Si lo leído deja huellas esperamos que esas marcas puedan ser también generadoras de algo distinto.