Los programas nacionales han ido cerrando drásticamente y con ellos muchxs compañerxs perdieron su trabajo. Programas que de sobra mostraban su importante trabajo en la esfera del arte, como los CAJ, CAI y el programa de Orquestas y Coros del Bicentenario. Los primeros desaparecieron, los segundos corren una gran incertidumbre. Cuando el 14 de abril el colectivo de orquestas y coros frente al Palacio Pizurno desplegó su música magistral, fruto de un trabajo que sólo puede ser logrado de manera sistemática y con amor, en reclamo de la incertidumbre vivida, la respuesta de voceros del gobierno fue que continuarían con algunos cambios. El caso del despido de Claudio Espector parece estar directamente ligado a las probadas muestras del éxito del programa de Coros y Orquestas Infanto Juveniles: unas 160 orquetas y 141 coros que integran alrededor de 20.000 niñxs y adolescentes. Se podía leer en el diario La Nación del día del reclamo, de esos mismos funcionarios que garantizaban la continuidad: "El Estado nacional se había convertido en una agencia de empleo, eso lo hemos visto en todos los ministerios y también en Educación. En lugar de mandar todos los fondos a las provincias, se quedaban en salarios. La intención es que estas iniciativas sean absolutamente federales". Esta concepción de estado administrador es la que deja sin trabajo a Claudio Espector y con él a tantos otros. Y con ellos los programas que desarrollan. Con estas medidas se está vaciando a las escuelas del sentido más humano posible: el que es capaz de crear, de desarrollar sentidos que trasciendan la mera subsistencia. Como en la Canción urgente para Nicaragua, pareciera que al gobierno actual le duele la autonomía que implica una educación pública diferente, que exprese libertad: "Y le duele que el niño vaya sano a la escuela porque de esa madera de justicia y cariño no se afila su espuela"