Elsa Oesterheld había sufrido la desaparición de sus cuatro hijas, ente 19 y 25 años, su marido Héctor, autor de El Eternauta, y dos nietos, a quienes aún buscaba.
Luego de los asesinatos, Elsa se abocó al trabajo con las organizaciones de Derechos humanos y luego al de Madres y Abuelas.
A pesar de la tragedia con la que cargó por casi 40 años, siempre mantuvo la ternura y una sonrisa que sus compañeros de lucha prometieron no olvidar.
Elsa sobrevivió, al igual que dos de sus nietos: Fernando, que fue llevado a la casa de sus abuelos paternos, y Martín, que le fue entregado a Elsa. “Ni yo misma puedo decir cómo fue que seguí viva contó varias décadas después. Soy un misterio para los psicólogos. Yo creo que Martín me salvó; tenía tres años y yo tenía que ocuparme de él. Creo que saber que estaba totalmente sola para enfrentar la vida me dio fuerza.”
Es una abuela más que se va sin poder abrazar a sus nietos”, se lamentaron desde Abuelas de Plaza de Mayo, organismo del que Elsa participaba activamente, y valoraron “su testimonio siempre fresco y reflexivo que supo contribuir a la búsqueda de los nietos y a la construcción del derecho a la identidad”.
Desde la Secretaría de Derechos Humanos, rendimos nuestro humilde homenaje a una grande, a una incansable luchadora por la verdad y la justicia.