Nacida en 1912, a los 17 años comenzó a trabajar en la Escuela 124 de Villa Diego y lo hizo en forma constante en distintos establecimientos hasta que, en 1975 la denunciaron por ser madre de un hijo subversivo. Por esta razón le iniciaron un sumario y a los pocos meses del Golpe de Estado la jubilaron contra su voluntad.
Militante incansable, Iris integró hasta el año pasado la Comisión de Jubilados de Amsafe Rosario.
En las últimas elecciones de autoridades gremiales 2013 vino a emitir su voto.
Su elegancia y prestancia eran motivo de admiración y también de envidia entre las muchas mujeres docentes que integran el gremio.
Participó de muchas de nuestras asambleas y fue portadora de una lucidez y de una experiencia enorme, ya que sabía transmitir la ubicación de los acontecimientos con la justa valoración que deben tener en la vida.
La hemos visto discutir con vehemencia una idea o una propuesta.
Vaya pues nuestro hasta siempre compañera Iris y gracias por todas las enseñanzas de vida y de militancia.
Reproducimos una entrevista que le realizamos en 2008, publicada en la revista Construcción Colectiva, de la Comisión de Jubiladas y Jubilados en Amsafe Rosario.
Iris nació en 1912, comenzó la escuela primaria 7 años después y a los 17, en 1929, ya estaba recibida de maestra. En 1930 empezó a trabajar de maestra en una escuela rural cercana a Arroyo Seco: “Íbamos en sulky, la escuela era una tapera”, recuerda como si hubieran pasado apenas unos meses.
En una extensa charla nos cuenta detalladamente su paso por diferentes instituciones educativas, su carrera como docente en la cual conoció a Rosita Ziperovitch, las numerosas dificultades y varias gratificaciones que recuerda con una lucidez implacable.
¿Dónde comenzó su educación primaria?
Yo empecé en la Escuela Olegario Víctor Andrade, que estaba en la calle 9 de julio, ente Paraguay y Corrientes. Mi primera maestra fue María Esther Vihil House, que cumplía años el mismo día yo, claro que ella nació antes.
Yo nacida en el año 1912 y empecé la escuela en 1919. Hice primero inferior y superior y después pasé a la escuela Normal Nº 2. Ahí me fue muy bien porque, si bien por lo general había que repetir el grado cuando uno ingresaba en la Escuela Normal, pero yo tuve la suerte de no tener que hacerlo. Había dos profesoras, Jacinta y María Julia Roldán, hicieron por recomendación de un pariente nuestro, después que yo fui a la casa de ella y me tomaron una prueba, dijeron que cómo yo no iba a ingresar al Normal a 2º grado. Dijeron que ellas me prepararían en matemáticas para que yo pudiera hacer tercer grado. Pero, primero que yo no tenía edad y, segundo que, si bien ingresé, yo volví a casa llorando (dos días, nada más), ¿por qué? Porque yo no alcanzaba a escribir el dictado. En la Escuela Provincial era meta practicar la redondillas”, pero en el Normal, desde que se iniciaron usaban la letra spensceriana, que después teníamos que realizarla en cuaderno especiales.
El asunto era que yo llegaba a casa y le decía a mi mamá: “Yo no doy más, yo no puedo escribir”, y lloraba. Entonces mi mamá le habló a la señorita Roldán y le dijo que no podía seguir. La señorita le dijo que no había lugar en segundo grado, que iban a ver qué podían hacer, que era un año que yo perdería. Pero mamá le dijo que no, que yo no había repetido ningún año así que no lo perdería, va a ir a segundo. E la señorita le insistía con que más adelante ya va a ver. ¿Qué iba a ver? Si al final de cuentas yo hice todo el curso primario y el secundario y, cuando me recibí recién acababa de cumplir los 17 años. ¿Cuántos hubiera tenido si saltaba un grado más? Dieciséis. No podía ser.
Por lo tanto, a qué edad se recibió de maestra
Me recibí de maestra cuando tenía 17 años y tres meses. El 10 de noviembre de 1929.
¿Cuándo empezó a trabajar?
El 11 de marzo 1930 de yo bajaba de la estación de Arroyo Seco para ir a trabajar a las chacras que estaban entre Arroyo Seco y Fighieras, en el Campo Casas. Era una escuela Láinez, la 302 de Campo Casas. La escuela era una tapera. La directora y yo. Cuando yo llegué a la estación, sabía que la directora esperaba el sulqui en la estación y, efectivamente, la señora que estaba ahí era la que me pareció. Me acerqué y le pregunté si ella era la directora de la escuela del Ombú y me dijo que sí. Así que me acerqué y le extendí el nombramiento que me habían otorgado y le dije: “Soy la maestra que han designado”.
En aquella época no andábamos muy sofisticadas ni con muchos arreglos. Todavía mi mamá no me dejaba pintarme (risas).
Ahí estuve hasta fines de abril, cuando falleció mi hermano. Entonces después me trasladan aquí a Rosario, a la Escuela Nº 18, Barrio Godoy y también me nombran en la escuela vespertina que funcionaba en la Escuela Pestalozzi.
Bueno, después vino el Golpe de Estado del año 1930, que fue justo el mismo día en que yo cumplía los años. A raíz de eso, a fin de año, como éramos interinas, nos declararon cesantes a todos y al año siguiente me reincorporan, interinamente también, en J. B. Molina. Ahí estuve todo el año en 1931, viajaba nada más que una vez por semana. Los sábados por la tarde, cuando no me tocaba doble turno, porque si no viajaba los domingos en el tren que pasaba a las 5:30 de la mañana y tenía que volver a la tarde en el tren que salía desde la Estación Central Córdoba, de 27 de Febrero y Buenos Aires. Cuando me tocaba doble turno sólo me quedaba unas horas acá en Rosario.
Eso fue así hasta finalizar el siclo lectivo y de vuelta, otra vez, quedábamos cesantes. Pero lo más terrible de todo es que no nos pagaron, ni lo del año ’30 ni lo del año ’31. Yo recién cobré ese dinero, gracias a uno de esos procuradores que aparecen, en el año 1934. Bueno, en realidad él arregló las cosas en el ’34 y en el 35, pero el dinero recién me llegó en 1937, bah, una parte, porque la otra parte le correspondía al profesional.
Después tuve reemplazos en escuelas diurnas y nocturnas de la provincia. Trabajé en la nocturna Nº 16, que era la que estaba en la Escuela Pestalozzi, que me quedaba a dos cuadras de casa.
En el año 1934 reemplacé en la escuela de Villa Gobernado Gálvez, donde funcionaban los Consejos Escolares.
En mayo de 1935 me nombran definitivamente en la Escuela 124, en la cual estuve 17 años. No me trasladaban. Era una de las primeras en el escalafón: en ese tiempo el puntaje era hasta 12 puntos y yo tenía 12 puntos, pero me trasladaban. Y la que tenía 7, como era pariente del fulano o del otro sí conseguía, aunque tuviera sumario. Hasta que un día fui a Inspección de Escuelas, ya habían transcurrido como 17 años, y me entro que había dos escalafones, uno para Rosario y otro para Santa Fe. Ahí estaba el señor Rossini que manejaba todo eso. Fui a Santa Fe, hablé con el director de escuelas y le expliqué lo que estaba pasando. Le dije que estaba segura de lo que estaba diciendo y que tenía datos concretos. Entonces me dijo que mañana viajaba a Rosario y que medite bien lo que estaba diciendo porque si no la sanción sería muy severa. Bueno, llegó a las 8 de la mañana a lo que en ese momento era la Inspección de Escuelas” y me hizo pasar. Desde la antesala yo ya escuchaba cómo discutían el director con este señor Rossini. Me hacen pasar y me dicen: “Bueno señora, aquí hemos estado hablando, la vamos a trasladar a Rosario. ¿Está conforme?” Yo le dije que sí, pero que a qué escuela. Y me dicen, la vamos a trasladar a la escuela 820 u 825 de la calle Casiano Casas, de La Florida. ¿Está conforme? Y yo le dijo que no, que de ninguna manera, antes que eso me quedo en Villa Diego. Yo he pedido la Escuela Pestalozzi, he pedido la Escuela República de Bolivia, he pedido la Escuela Nº 96, no puede usted mandarme a La Florida, me quedo adonde estoy. Entonces me dice, no seora, atiéndame: usted el año que viene va a ser –por eso digo que cuando ellos quieren hacen las cosas– usted ahora va a ser maestra reemplazante en la Escuela Pestalozzi, pero titular en la escuela de La Florida. Y el año que viene va a tener su efectividad en la Escuela Pestalozzi. Y así hicieron.
Después, cuando se crearon las escuelas nocturnas, yo transformé el cargo y fui a trabajar a la Escuela Nº 38 de Barrio Belgrano.
A todo esto, en el año 1941, 42 o 43, se abrieron unos concursos que auspiciaba el Consejo de Educación para enseñanza diferencial que se dictaban en la Escuela de Medicina por el Doctor Siampi, que había creado acá la Escuela de Psiquiatría Infantil, antes que se creara en París la Escuela de Psiquiatría Infantil. Aquí, Rosario, tuvo esa oportunidad tan brillante. Bueno, hice los cursos, hice las prácticas y me servían para mi manejo dentro de la escuela.
Cuando llega el año 1960 o 1961, me entro que la única escuela diferencial que había acá recibía a cualquier personal, para interinato, para reemplazo, para lo que fuere. Entonces, como yo trabajaba en nocturnas, me presento para reemplazos en esa escuela. Me dicen que no, que había dificultades para ingresar y en eso me enfermo, se me habían infectado todas las manos con las tizas, no sé por qué. Así que, cuando me iban a reintegrar, el médico escolar me dijo que yo no podía estar frente al grado. Entonces pedí que me enviaran a la dirección, en la Escuela Diferencial. Y resulta que había dificultades. Claro, cuando llego me entero que estaba fulana que no tenía título específico, que era profesora de dibujo, digamos; otra que era maestra de labores, pero tenía un cargo docente. En fin, era la escuela que beneficiaba a todos, pero las que teníamos carrera docente, a las que teníamos un título, a esas, nada. Lo eterno dentro del magisterio, bah, no se ahora porque ya hace 31 años que estoy jubilada. Tuve mis dificultades para obtener un interinato y cuando llaman a concurso había una sola vacante ahí el esa Escuela. Pero llaman en toda la Provincia y me presento. Además, simultáneamente me había presentado también para ascender como directora de tercera en la provincia. Bueno, tuve suerte, me fue muy bien en el concurso de Enseñanza Diferencial, presidía la mesa el Inspector del Agua. No me olvido nunca: ¡expulsaron como a cinco docentes por estar copiando! ¡Qué vergüenza, qué vergüenza! Entonces, cuando ya iba terminando y se acercó el inspector y me dijo, señora no se extienda tanto, trate de tocar los 10 puntos. Claro, yo escribía, escribía y escribía. Me fue muy bien. Obtuve elúnico argo que había aquí de la provincia aquí en la ciudad.
Bueno, después seguí la carrera. Después transformé el cargo de la nocturna como directora de la escuela diferencial y después me jubilé, bah, me jubilaron de oficio. Fue por la ley 6915 que decía que a los 60 años había que jubilarse, y yo tenía 64. Además, el cargo se necesitaba, había otras cuestiones políticas, era la época bien negra de nuestro país. Tal es así, que hubo una maestra de me denunció diciendo que yo era la madre de un subversivo.
Se me inició un sumario y yo declaré todo lo que tenía que declara de mi trabajo y de todo lo que me preguntaron. Me hacían preguntas y repreguntas y yo decía la verdad de todo. Me preguntaron si yo nunca había actuado en política y les dije que no, ahora no, yo actué en política, estuve en la Unión Democrática y la verdad que no tuve ninguna madurez política porque si no, no hubiera estado. Más que nada era la situación que empezaba a vivir el país, que ya empezaba un movimiento que ya se arrastraba desde los años ’30, cuando entra Uriburu.
Cuando me hacen ese sumario, me dijo mi hijo que me tenían que dar ese expediente para que vos leas y puedas contestar como corresponde. No me dieron el expediente y entonces ahí me enteré de algunas cosas, entre ellas, que una maestra me denunciaba porque me tenía miedo, porque yo era la madre de un subversivo, que yo actuaba en política y que en mi casa escondía gente. Eso no era cierto porque hubiera sido más que estúpida si hubiera escondido gente en mi casa, porque enseguida hubieran llagado.
Entonces, hice mi descargo, de acuerdo a lo que correspondía.
Ya en el año 1976, la Dictadura se había instalado acá, porque la Dictadura llegó el 24 de marzo de 1976; a mí me jubilan el 26 de septiembre de 1976. Claro, por qué, porque ya había excedido la edad. Eso me lo dijo el Jefe de personal, Albero Verón. Dijo que no sabían cómo hacer para jubilarme. Claro, aquel sumario no corrió. Tengo la resolución que decía que nada de lo que se me acusaba se había probado, muy por el contrario, había cuestiones muy elogiosas. Cuando me dijo que tenía la edad y que me había excedido, lloré, no voy a mentir. Me acuerdo que mi hijo, que todavía no se había ido, me dijo que me alegre, que la iba a pasar bien, que iba a poder tener tiempo para leer y poder hacer muchas cosas que había tenido que suspender. Y así fue. Ya fui después una buena jubilada. Lo único que siento es la pérdida de mi hijo. Y Bueno, aquí estoy.
¿Cómo jubilada que se dedicó a hacer?
Y bueno, he llegado aquí, me he encontrado con un grupo magnífico. Son mis hijas, las que no tuve. Esta es la mimosa, la más chiquita. Son muy buenas compañeras todas y lamento que yo ya esté en edad avanzada, que haya muchas cosas que yo no pueda hacer ni ayudar a hacer. Eso me apena mucho.
¿Qué procesos políticos relevantes recuerda durante su carrera?
Tuvimos una huelga importante en la época de Bruera, el que murió los otros días. La activó muchísimo Rosita Ziperovich. Yo desde que me recibí, a los tres meses ya estaba asociada a la Unión del Magisterio. Llegué a socia vitalicia. Mi hermano, que fallece en el año 1930, yo me había recibido en 1929, el 11 de marzo empiezo a trabajar y, más o menos en abril, para los días de semana santa había un gran congreso que se hizo del magisterio, en la Facultad de Ciencias Económicas. Y ahí estuve con mi hermano y otra gente de la Unión del Magisterio; él era secretario y estaba estudiando abogacía y recuerdo que ese mismo domingo le dijo a una gente que estaba allí, a una maestra, no que me cuidaran pero que me acompañaran. Mi hermano se tenía que ir a Santa Fe a inscribirse para ir a rendir y como en aquel tiempo no había ómnibus se tenía que ir en tren. Cuando vuelve de ese viaje, en la madrugada del lunes al martes, estaba enfermo, se sentía mal, le dio un ataque de peritonitis y se nos murió el viernes de esa semana. Era maestro también, en la escuela 120, en la del Regimiento y en una nocturna.
¿Cuál fue la huelga que mencionó?
Creo que fue en el año 1962 o 1963, no tengo la fecha exacta. Bueno, recuerdo que al finalizar la huelga casi se tuvo que ir el ministro. Conseguimos lo que le pedíamos.
Después volví a AMSAFE, cuando estaba la otra comisión volví por el tema de las jubilaciones. Me acuerdo que llevó Defeo con otro profesional y querían que les diéramos poder para iniciar juicio a la Provincia por el asunto del descuento previsional. Recuerdo que mi nieto me dijo: “No lo hagas abuela, no lo hagas que te va a dar en la cabeza a vos”. Y efectivamente. Iván Cullen que inició muchísimos asuntos a quienes tenían que ir y pagarle, primero como iniciación y después, cada vez que tenían que ir a ver cómo estaba el expediente, cómo marchaba. Después tuvieron que pagarle a la provincia. Bueno, entonces, ahí fue cuando yo llegué acá (AMSAFE), tras una charla que hubo, y me parecía que la liquidación de mi sueldo no estaba bien. Me dijeron: “Quedate conforme porque todavía te van a hacer devolver la plata”. No voy a dar el nombre, pero ella estaba cerca de un profesional. Eso fue acá en el salón de actos de AAMSAFE, con la Comisión Directiva anterior.
Bueno, a raíz de eso yo no vine más. Sólo volví a votar. Las dos veces que volví, volví a votar. Pero, cuando, el ante año o el año pasado, nos llamaron, y ya estaba la nueva comisión. Recuerdo que Delia Valía informaba, con mucha claridad todo lo que sucedía. Así que seguí viniendo y acá estoy. Por suerte me he encontrado con un grupo magnífico. Son muy trabajadoras, muy capaces. Siempre hay esos roces pequeñitos que a veces no estamos muy bien y los nervios nos dejan llevar, pero está bien. Son muy trabajadoras, muy respetuosas de sus cosas, noto que tienen sus ideas políticas disímiles pero todos se respetan.
¿Qué actividades están haciendo en este momento?
Ahora, por fin nos estamos ordenando y empezando a tratar algunos aspectos que nos interesan a todos, como por ejemplo el de nuestra obra social. Luego vendrá el tema del Seguro, vamos a ver. Además de las reuniones en las que están en actividad las chicas. Vamos a tener una revista, eso es muy importante. Yo iba a traerles la revista que tenía la Unión del Magisterio. Tengo que buscarla. Recuerdo que se conectaban mucho los estudiantes secundarios entre distintas escuelas, por ejemplo, los del Normal Nº 3 con los del Normal Nº 2. Tal es así que en la tapa de una revista una de mis compañeras, que era una rubia muy bonita, era la tapa de una revista de la Unión del Magisterio. Las voy a buscar y las voy a traer.
¿Quiere compartir alguna anécdota que recuerde de su carrera?
Cuando yo estaba en la escuela primaria en la Escuela Olegario Andrade, donde empecé en 1919 y realicé inferior y superior en el año 1920. Me entero que desde tercero a sexto grado de la escuela iba a ir en desfile hasta donde Belgrano había izado la bandera por primera vez. Bueno, toda la escuela Olegario Andrade, turno de la mañana y de la tarde iba a ir, entonces, cómo no iba a ir yo. Estaba en primero superior pero quería ir. Entonces le dije a mamá: “Mañana tenemos que ir al lugar donde Belgrano izó la bandera por primera vez porque van a colocar una placa”. Mamá dijo bueno. Me puso mi lindo delantal y un gran moño rojo. Llego a la escuela y me dice una maestra: “Ay, cómo te ha venido con ese moño rojo”. Mi maestra no estaba, la señorita Ángela Godoy, no estaba porque no le correspondía. Entonces le digo que yo me lo puedo cambiar, porque vivo aquí a la vuelta. Bueno, me dice, andá a cambiártelo. Llego a casa y le digo a mamá que la maestra más mala y más fea que hay en la escuela me retó porque me pusiste este moño; tiene que ser blanco o celeste. “Yo no tengo moño celeste”, dijo mamá. Hay rosa o ese rojo. Entonces, yo recuerdo, los jueves mamá solía ir a las tiendas que había saldos y retazos, y entonces compraban telas y cintas a menor precio. Yo recordaba que mamá había traído cinta blanca y le dije: si vos tenés mamá. Y me dice, ah, sí, cierto. Y mientras me hacía el moño decía: “¿Qué se cree esa maestra?” Y bueno, allá me fui con mi gran moño y fuimos hasta allá, hasta la Avenida Belgrano. Yo tengo idea de que sí vino Irigoyen, si no era él, seguro estaba el Ministro de Educación (que en ese tiempo se llamaa de Instrucción Pública). Me acuerdo que era una persona alta, medio morocha. Recuerdo que se sacó un sombrero de esos que no son galera. Bueno, después volvimos, cuando ya caía el sol, hacía un frío terrible. Se emplazó, se colocó esa placa de mármol en lo que hoy es el Paque de la Bandera, pero en el tramo que está entre Córdoba y Rioja, quizá a unos 30 o 40 metros. Después el Monumento (a la Bandera) se emplazó y tuve la suerte de ir a la inauguración del Monumento, el 20 de junio de 1957, fue emocionante, muy emocionante.
Usted conoció a Rosita Ziperovich, ¿cómo era?
Sí. Fue inspectora mía. Era una mujer muy preparada. Algunos le temía y yo no sé muy bien por qué. Yo nunca le temí a mis inspecotres. Yo partía de la base de pensar que si yo estaba equivocada, eran ellas que me tenían que dirigir, como las directoras. Nunca tuve problemas en ese sentido.
Yo estaba dando clases en San Lorenzo. Cuando terminé de dar mis clases, di las orientaciones pertinentes y los puse a trabajar a los chicos. En eso veo que en medio de la puerta había una señora y le dije, un momentito. Pasé lista, porque mientras los chicos trabajaban yo pasé lista. Y me acerco y le digo: señora. Me dice, soy la inspectora. Ah, mucho gusto, pase. No sé qué puedo ofrecerle su fiscalización. Bueno, tomó nota de cuántos chicos había. Dice, bueno, vamos a llamar al portero para que los vigile, vamos a recorrer los otros grados. Así que fuimos. Y entonces dijo: No, yo voy a hacer que este grado se desdoble así usted tiene la dirección libre. Bueno, me llenó de elogios. Cuando subimos al auto, aunque yo me iba al ómnibus, como de costumbre, no me permitió. Y le dijo al esposo algunas cosas de lo que ella había observado sin que yo supiera que era la inspectora. Bueno, me fue muy bien y al año siguiente me trasladaron a la Escuela 29.
También recuerdo, cuando estaba en la escuela diferencial como docente todavía, en 1968 o 1969, me nombran en el Instituto Superior del Magisterio me nombran en la Cátedra de Relaciones Laborales para Discapacitados. Después, cuando eso se cerró, recuerdo que fui a hablar con el presidente del Consejo de Educación, Piris, planteándole que el magisterio necesitaba una capacitación en ese nivel, que cuántos chicos con problemas llegan a una escuela primaria y el maestro cómo hace. Tiene que tener un cierto conocimiento, un cierto apoyo para poder desenvolverse. Del chico inquieto, del chico distraído, del que no aprende, del agresivo; hay muchos problemas. Me dijo: “Sí, entiendo señora. Tiene razón pero el Consejo no tiene dinero para eso”. Y cerraron los cursos.
¿Conoció a la hermanas Cossettini?
Olga Cossettini dio como un cursillo Aricana. A Leticia la vi una sola vez, en una reunión. Bueno, las hermanas Cossettini fueron pioneras acá en Santa Fe. Tenían una escuela “al aire libre”, como la denominaban, que funcionaba en Alberdi. Muchas maestras no querían ir porque decían que era muy difícil. No.
¿Cómo ve el sistema educativo actual, que impresiones tiene?
La verdad es que no estoy muy bien interiorizada. No estoy, pero veo en general, por ejemplo, en conversaciones que a veces tienen las docentes, no se han capacitado mucho. Han descuidado mucho su profesionalismo. No sé si ha sido la época que hemos ido viviendo en el país; no sé si ha sido la decadencia, porque hemos entrado en una decadencia cultural, no hemos avanzado mucho, recién ahora estamos surgiendo. También la parte social ha cambiado mucho, el alumno y ano siente ese respeto por el maestro, el chico traslada a la escuela los problemas que lleva en sí, que surgen desde los hogares y es que tienen miles de cosas por pasar: desde la parte económica, la parte laboral, todo el aspecto de la familia; entonces el chico, consciente o inconscientemente lleva eso y se vuelve agresivo. Yo, en todos los años que trabajé, que en total fueron 47, no recuerdo nunca que un alumno intentara pegarme o que tratara de agredir, o de tener una actitud poco edificante. Y fueron muchos años y yo no trabajé en las escuelas del centro de la ciudad, era escuelas de pueblos o de partes suburbanas. La nocturna de Barrio Belgrano, que la creamos, iba gente extranjera, gente del barrio, chicos que habían abandonado la escuela; eran pícaros, pero ahí está el maestro, que tiene que saber manejarlos. Pero ahora no se. No veo ese afán de cultivarse, de investigar, no hay ese interés.
¿Considera que cambió el reconocimiento social hacia la labor del docente?
No sé si era más prestigioso ser docente en otra época, pero que se preocupaba mucho, sí lo hacía. Por lo menos, yo trabajé siempre con grupos que tenían mucho interés en el aspecto social del chico, cómo era su vida. Siempre tratábamos que el padre llegara a la escuela y así, fugazmente, como de casualidad, visitábamos esas casas. Así, informalmente, para no crear una situación compulsiva o desagradable, y así nos conectábamos y veíamos la realidad que había.
Yo pienso que ahora es muy diferente: el maestro tiene mucha tarea en el sentido económico, por la casa, por los hijos, el tiempo que insume trabajar, situaciones privadas; en fin, todo eso va en desmedro. Pero pienso que iremos saliendo, o irán saliendo. Yo lo veo pasar, qué voy a hacer. No puedo hacer más nada. Sí que haría. Cuando dicen, como ejemplo, de ir y acompañar a un alumno que ha enfermado y que necesita que le den sus clases, yo iría. Claro en mi casa, la poca familia que tengo me dice que no. Y si, porque pienso que es un apoyo que el chico necesita. Cuántos chicos que no pueden llegar a la escuela, que se han enfermado y ahí están. Ahora quizá yo no esté muy compenetrada de lo que es la realidad en los suburbios, la gente vive con mucha necesidad, mucho apremio, quizá con mucho dolor por el rechazo que sienten. La misma situación los coloca en tanta desigualdad, porque es mucha desigualdad. Bueno, pero como digo, mis intenciones serían poder estar.