Los datos no son alentadores para nuestro país. Baja el puntaje en relación a años anteriores y en esta ocasión aparece en el puesto 59 sobre 65 evaluados, detrás de los países europeos y asiáticos, y también detrás de los vecinos Chile, Brasil y Uruguay.
No somos de los que creen que una prueba estandarizada sea la mejor manera de evaluar la marcha de un sistema educativo. Mucho menos si se trata de una evaluación llevada adelante por un organismo internacional que tiene principios, objetivos e intereses tan alejados de los nuestros.
Sin embargo, tenemos que decir que los malos resultados no nos sorprenden en absoluto. Por el contrario, el informe tiene la virtud de volver a poner sobre la mesa la evidente crisis que atraviesa el nivel secundario en nuestro país. Lo mismo ocurrió con un informe de la Unesco difundido el año pasado en donde nuestro país aparecía con una de las tasas más altas de deserción escolar de la región: sólo la mitad de los adolescentes argentinos que inician el nivel secundario logra terminarlo.
Estos datos sobre la deserción alcanzan para quitarle toda legitimidad a la justificación ensayada por las autoridades educativas nacionales para quienes el mal resultado en las Pisa sería producto de la mayor inclusión de jóvenes en el sistema educativo lograda en estos años.
El problema es profundo; la crisis de nuestras escuelas secundarias obedece a múltiples causas; además de las estrictamente educativas existen causas históricas, culturales y sociales. Quizás nuestros adolescentes sean la franja etaria que más sufre los impactos de un capitalismo con fuertes rasgos de barbarie. La brutal balacera a la casa del gobernador Bonfatti puso en la primera plana de los diarios nacionales una realidad que todos los días nuestros jóvenes viven en los barrios con mayor crudeza.
Pero en esta ocasión nos interesa detenernos en algunos aspectos de las políticas educativas oficiales.
Se cumplen seis años de gobierno del Frente Progresista y muy poco es lo que se ha hecho en nuestra provincia para revertir la crisis del nivel secundario. Veamos algunos aspectos importantes:
• La inversión en infraestructura resulta completamente insuficiente. Faltan escuelas en algunos barrios y faltan aulas en muchas escuelas; así nos encontramos con escuelas técnicas que lograron la creación de los cargos de maestros de taller... pero que no cuentan con los espacios para desarrollar las actividades. Además muchos edificios están en malas condiciones y la vergüenza de las aulas móviles sigue diciendo presente en algunas instituciones de nuestra zona.
• La "reforma curricular" en marcha poco tiene que ver con las necesidades del nivel. Impuesta en forma autoritaria y sin ningún sustento académico lejos está de revertir -o más bien agrava- los problemas creados en este plano por la ley federal del educación de los años ‘90.
• Las condiciones de trabajo de los docentes -que son también las condiciones de aprendizaje de nuestros alumnos- en nada han mejorado. El "profesor taxi" que acumula más de 40 horas en tres o cuatro escuelas para redondear un mejor salario está plenamente vigente. Las prometidas "horas institucionales" nunca aparecieron; peor aún, la única experiencia de este tipo, la conocida como Proyecto 13 de las viejas escuelas nacionales, fue anulada a pesar de las protestas.
• Son muchas las escuelas que no cuentan con los cargos indispensables. Faltan cargos directivos, de preceptor, de porteros. Además la ley nacional de educación sancionada en el año 2006 establece como obligatoria la creación de equipos interdisciplinarios en todas las escuelas secundarias del país; sin duda se trata de un elemento indispensable para ayudar a enfrentar la compleja problemática social, pero las autoridades provinciales han rechazado todos los reclamos en este sentido.
Encontrar los caminos para revertir la crisis de la escuela secundaria no es tarea sencilla. Mucho menos si se aspira a cumplir con la obligatoriedad del nivel dispuesta por la ley 26.206. Sin dudas hay aspectos que exceden al ámbito educativo y tienen que ver con cuestiones sociales, económicas o laborales.
En cualquier caso queremos señalar dos tareas del ámbito de la educación que nos parecen impostergables:
En primer lugar es necesaria una amplia convocatoria a docentes, alumnos, universidades, organizaciones sociales, etcétera, generando instancias de participación real y de elaboración colectiva de todos los sectores involucrados. Hasta ahora las consultas o las instancias de participación han sido formales y solamente han servido para que las autoridades educativas pretendieran legitimar las decisiones que tomaron por su propia cuenta.
La otra tarea tiene que ver con la cuestión presupuestaria. Sin un aumento significativo de la inversión no hay posibilidades de una mejora efectiva. La relativa ampliación del nivel que se ha logrado en estos años muchas veces ha sido a costa de la precarización de las condiciones de enseñanza-aprendizaje. Lamentablemente, más allá de los discurso oficiales que siempre hablan de la prioridad de la educación, tenemos que decir que ni el gobierno nacional ni el provincial han dispuesto para el 2014 una mejora real del presupuesto para esta área.
Juan Pablo Cassiello