Viendo pasar desde la escuela:
Pasan los chicos, pasan las horas, pasan los años. Pasan ministros y ministras. Las políticas cambian un poco para no cambiar nada, las escuelas quedan.
Las escuelas sobreviven. Como pueden. Pero doy fe: sobreviven. Apuesto a que en estos días en todas hubo actos, medallas, lágrimas, risas. Abrazos y tarjetitas. Peleas y reconciliaciones. Registros, libretas, censos, libros gordos para completar con sumo cuidado ¡sin errores ni enmiendas! Casi, una invitación a la equivocación
La ceremonia, en mejores o peores condiciones, se repite cada año, en los edificios que sobreviven a fuerzas de rifas que bailan al ritmo de las efemérides: huevos de pascua, pastelitos de la independencia, canastas navideñas. Como pueden, los edificios abren sus puertas, a pesar del tiempo y de los remendones. Con los maestros que ingresan, con los que se enferman, con los que se jubilan. (...)
Qué invento loco es la escuela. Qué difícil de entender. Qué difícil de mirar, de abarcar, de pintar sus matices. Que difícil de retratar. 

En "De guardapolvos y campanas", de M. B. Jouvé.

“Y sin embargo aún en medio del conflicto, estaremos frente a los chicos que nos miran. Proyectándonos en los nuevos grados, a sabiendas que se viene un duro año. Decorando los salones, armando tarjetas de bienvenida. ¿Por qué tantos preparativos? A mí me gusta pensar que hay un sentido allí: ‘Me arreglé para verte, tenía ganas de encontrarte, acomodé este lugar porque sabía que vendrías’. ¿Podrá ser que la pasión le gane la batalla a la rutina? Y entonces sí, una vez más”.

En "De guardapolvos y campanas", de M. B. Jouvé.